martes, 25 de noviembre de 2008

Con Ana Botella, mierdas las justas


Iba hoy sorteando el campo de minas que son las aceras matritenses cuando escuché en el transistor (mola mucho más llamarlo así que radio portátil, güolman o aipod) a los amigos de Madrid en la Onda comentar una noticia que me ha llenado de orgullo y satisfacción... pero también de confusión, todo hay que reconocerlo.

Resulta que Ana Botella, delegada de Medio Ambiente del Consistorio y personaje político denostado donde los haya, pues también tiene buenas ideas la mujer de vez en cuando. La última de ellas ha sido poner voz a los millones de madrileños que estamos hartos de ir sorteando deyecciones de can (zurullos de perro para los que tienen menos estudios) cada vez que vamos a enfrentarnos con nuestros quehaceres diarios. Y lo ha hecho impulsando la campaña "Si pudiera lo haría yo mismo" , en referencia a que los propios perros (no la concejala) depositarían sus excrementos en bolsas de plástico y luego los tirarían a la basura en el caso de que tuvieran un dedo pulgar como Dios manda.

Pero el caso es que no es así. Los perros tienen unas pezuñas la mar de ridículas, y por ello Ana Botella ha decidido sancionar a los dueños que pasen olímpicamente de dejar las aceras como se las encontraron con "entre 65o y 1.500 euros de multa", una cifra astronómica en comparación con los 90 eurillos que hasta ahora recogía la legislación. Y es que según he podido leer luego en EL PAÍS, el Ayuntamiento asegura que "en Madrid se generan anualmente 1,2 millones de kilos de residuos caninos de los cuales el 20% tienen que ser retirados de las aceras por los servicios de limpieza" porque los amos no hacen uso de los sanecanes. Hastiada, Ana Botella ha defendido que "esa falta de responsabilidad verá incrementada su sanción en el proyecto de la nueva ordenanza, porque tener una mascota es una responsabilidad que es aún mayor cuando se vive en una ciudad y se comparte el espacio con tantas personas".

Hasta aquí todos de acuerdo, pero hay pequeños detalles de la nueva legislación que pueden no llegarse a comprender bien y llevar a equívoco. Ejemplo uno: ¿Qué es eso de "multas de 650 a 1.500 euros"? Me refiero... ¿Qué determina si tienes una multa de mayor o menor magnitud por no recoger los excrementos de tu perro? ¿Se valora el tamaño de la plasta? ¿Su olor quizás? ¿Si vuestro perro come Pedigrípal o Purinadogchau? Pues no amigos, no. Lo que determina si pagas más o menos dinero por una de estas multas es dónde se os haya "olvidado" el regalito de vuestro can, que me he estado informando. Y es que no es lo mismo sembrar de patatas el árbol de debajo de vuestra casa que la puerta principal del Ministerio de Asuntos Exteriores. Además, si el dueño del perro es reincidente tendrá que rascarse más el bolsillo.

Superada la primera de vuestras dudas, me parece escuchar desde la soledad de mi alcoba la voz de otro de vosotros que se pregunta: ¿Cómo coño sabe el Ayuntamiento que el año pasado los servicios de limpieza recogieron "1,2 millones de kilos de residuos caninos"? Me refiero... ¿A quién pagan dinero de nuestros impuestos para que pese las boñigas de perro rescatadas de las aceras y los sanecanes de la capital? ¿Qué jornada laboral tiene ese hombre? ¿Dispone de seguro dental? ¿Contrata becarios?... Uhm... la verdad es que siento deciros que no he logrado responder a tal cuestión. Sólo espero que si alguno de vosotros le conoce, por favor, conteste a este gran misterio de la historia de la humanidad.

En cualquier caso, la historia es que el plan de la Botella registrará un gasto en los próximos meses de 400.000 euros dedicados a instalar más sanecanes y distribuir bolsitas de residuos más respetuosas con el medio ambiente, así como folletos informativos de cómo afecta a la imagen de la ciudad y a la salud de los madrileños el hecho de que los dueños de los perros no cumplan con sus obligaciones. Habrá a quien le parezca que la Botella ha perdido los estribos y que 400.000 euros son un montón de pasta. Puede ser, pero más se gasta el Ayuntamiento en poner las lucecicas de Navidad y al menos un servidor prefiere llegar a casa con los zapatos limpios que ver la calle Alcalá llena de palabras luminosas sin sentido alguno.

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